“Lograr la formación
ideológica-sindical” es lo que ordena el Estatuto del SNTE en su Artículo 204.
Esto obliga a precisar la situación concreta actual en el sindicato más
numeroso de América Latina. La ventaja cuantitativa se pierde en la escalada
contra los derechos históricos de los trabajadores característica de la
globalización. La supresión de los contratos colectivos a cambio de la contratación
individual, la perdida consiguiente de prestaciones y antigüedad, la
imposibilidad de acceder a plazas definitivas o hasta interinas, la anulación
consiguiente de pensiones y jubilaciones, los sindicatos de protección
empresarial, son características de la precarización del trabajo y las y los
trabajadores. Los sindicatos pierden su razón de ser y quedan como oficinas de
trámites en los mejores casos y en movilizaciones disidentes contra la
corrupción y la antidemocracia. Sin embargo, están vigentes “atribuciones y
obligaciones” como la señalada en el Artículo 203 de abrir y dar seguimiento a
los expedientes escalafonarios “para las promociones que se presenten”. Quiere
esto decir que en el Estatuto hay tareas de urgente atención.
Al asumir la urgente acción de
revitalización sindical es necesario vencer el escepticismo generalizado. El
punto clave es que los trabajadores y trabajadoras que sin desearlo ni
tramitarlo pertenecen a un sindicato, integran una mínima población laboral
privilegiada con salario y prestaciones en medio de la globalización
depredadora del trabajo y los trabajadores. Esto no es suficiente para dotar de
responsabilidad a la minoría sindicalizada, sino que el privilegio de contar
con derechos laborales la suma como legitimación del poder del Estado. La
apariencia escéptica encubre la aceptación de que éste es omnipotente. No hay
nada que hacer. Una cultura del sometimiento escéptico camina alentada por
pequeños premios: unos vales, algún pequeño sobresueldo, algunos regalitos celebratorios.
Un anarquismo tosco contribuye con una disidencia antiautoritaria incapaz de
superar las indignaciones efímeras lejos del alcance de las de Grecia, Chile o
España y Estados Unidos contra el capitalismo y por la democracia plena.
Pero
la terca realidad antilaboral es una constante concretada en despidos
irremediables, terminaciones de contratos temporales, arbitrariedades en la
asignación de tareas y la corrupción, la de los mandos medios encomendados por
direcciones oportunistas a la pesca de la división de plazas o de las liberadas
por muerte o jubilación para beneficiar amigos y cómplices. DE AQUÍ EL DEBER DE
LA VIGILANCIA Y LA DENUNCIA PERMANENTE porque no habrá variantes futuras
mientras el Estado sea botín de contrataciones para el enriquecimiento de una
nueva burguesía caracterizada por el despojo.
DEFENSA
ESCALAFONARIA, DERECHO A LA ASIGNACIÓN DE PLAZAS POR CONCURSOS JUSTOS VIGILADOS
POR LOS COLEGIOS Y LAS DELEGACIONES SINDICALES, VIGILANCIA DE LOS PRESUPUESTOS,
son puntos de partida para el acopio de prestigio, compañerismo y respeto.
Informar
sobre las reducciones financieras y bancarias de los trabajadores por el Estado
es una obligación para despertar el interés por las cuotas difíciles de
justificar a las y los privilegiados que no solicitan prestamos ni ayudas para
casas o sanaciones. A pesar de la obligación legal de consultar a las y los
trabajadores sobre el destino bancario de sus fondos involuntariamente
descontados, el Estado manda una legión de operadores, exige formarse con
credencial en mano y obliga a firmar cesiones de derechos y nadie protesta ni
pide explicaciones. Toca a las representaciones sindicales atender este
problema.
La ideología es la garantía de
reproducción de las relaciones de producción. La ideología dominante es la de
la clase dominante. Sin estas definiciones construidas por las ciencias
sociales, ideología y cultura quedan como amontonamientos de ideas, sensaciones
y sentimientos vagamente discutidos por quienes pretenden cambiar las cosas.
Para concretar esto, la lucha ideológica tiene que incidir en las relaciones de
producción para recuperar el lugar de las y los trabajadores organizados en
ellas. Ya no es el proletariado disuelto en una cultura laboral globalizada al
servicio de la eficiencia, la flexibilidad que no es otra cosa sino la
inestabilidad laboral y sobre todo, el individualismo contractual. Trabajadoras
y trabajadores actuales son ahora minoritariamente sindicalizados y se ven
inmersos con quienes parecen no tener nada en común: migrantes, milusos de la
economía informal evasora de impuestos, campesinos sin tierra sin recursos de
trabajo digno, nuevo peonaje en obras de Estado sin derechos ni seguridad
laboral. LA CONCIENCIA DEL PRIVILEGIO DE SER SINDICALIZADOS ES PUNTO DE PARTIDA
DE SOLIDARIDAD AL ENCUENTRO DE LO COMÚN. Por lo pronto y a largo plazo,
recuperar la dignidad sindical es un buen principio de formación ideológica.
Contra la
cultura de la costosa demagogia estatal y de los relumbrones festivaleros de
propaganda, una cultura de reflexión histórica ha de calar los ánimos para descubrir
tradiciones de lucha de los trabajadores y trabajadoras en beneficio de todos y
todas. Aun hay agrupaciones dignas que elaboran calendarios donde se registran
las celebraciones y los duelos ignorados por el Estado y los aparatos de la
industria de la cultura. Aunque sea un saludo a las mujeres el 8 de marzo
destacando la raíz socialista y antiimperialista de ese día, el duelo por
Zapata en abril, el Día Internacional de los Trabajadores en mayo que bien
merece participación organizada con mantas, pancartas y camisetas con consignas
e imágenes decididas por colectivos. Cada mes hay que encontrar este vehículo
de formación ideológica y cultural que puede reforzarse con videodebates y
visitas a monumentos nacionales.
Hay
que alentar la solidaridad con las luchas compañeras: las de la CNTE, las de
las comunidades y pueblos acosados por la entrega de sus tierras y recursos a
consorcios transnacionales y caciques locales, las heroicas radios
comunitarias, las policías comunitarias, las comunidades y pueblos que se
acogen a los usos y costumbres y construyen la democracia desde abajo. Los
estudios de intelectuales y de trabajadores de cultura de lado de las y los
trabajadores han de ser descubiertos y auspiciados por nosotros.
Una
revista electrónica, El Calambre Cultural, va dando cuenta
sintética y parcial por necesidad, de toda esta contribución a mejorar la vida
en común con una educación y una cultura laicas a la altura de la reflexión
histórica y social para estos tiempos de crisis de muerte del capitalismo.
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