jueves, 8 de marzo de 2012

TRABAJO SINDICAL

Alberto Híjar Serrano

“Lograr la formación ideológica-sindical” es lo que ordena el Estatuto del SNTE en su Artículo 204. Esto obliga a precisar la situación concreta actual en el sindicato más numeroso de América Latina. La ventaja cuantitativa se pierde en la escalada contra los derechos históricos de los trabajadores característica de la globalización. La supresión de los contratos colectivos a cambio de la contratación individual, la perdida consiguiente de prestaciones y antigüedad, la imposibilidad de acceder a plazas definitivas o hasta interinas, la anulación consiguiente de pensiones y jubilaciones, los sindicatos de protección empresarial, son características de la precarización del trabajo y las y los trabajadores. Los sindicatos pierden su razón de ser y quedan como oficinas de trámites en los mejores casos y en movilizaciones disidentes contra la corrupción y la antidemocracia. Sin embargo, están vigentes “atribuciones y obligaciones” como la señalada en el Artículo 203 de abrir y dar seguimiento a los expedientes escalafonarios “para las promociones que se presenten”. Quiere esto decir que en el Estatuto hay tareas de urgente atención.
             Al asumir la urgente acción de revitalización sindical es necesario vencer el escepticismo generalizado. El punto clave es que los trabajadores y trabajadoras que sin desearlo ni tramitarlo pertenecen a un sindicato, integran una mínima población laboral privilegiada con salario y prestaciones en medio de la globalización depredadora del trabajo y los trabajadores. Esto no es suficiente para dotar de responsabilidad a la minoría sindicalizada, sino que el privilegio de contar con derechos laborales la suma como legitimación del poder del Estado. La apariencia escéptica encubre la aceptación de que éste es omnipotente. No hay nada que hacer. Una cultura del sometimiento escéptico camina alentada por pequeños premios: unos vales, algún pequeño sobresueldo, algunos regalitos celebratorios. Un anarquismo tosco contribuye con una disidencia antiautoritaria incapaz de superar las indignaciones efímeras lejos del alcance de las de Grecia, Chile o España y Estados Unidos contra el capitalismo y por la democracia plena.
            Pero la terca realidad antilaboral es una constante concretada en despidos irremediables, terminaciones de contratos temporales, arbitrariedades en la asignación de tareas y la corrupción, la de los mandos medios encomendados por direcciones oportunistas a la pesca de la división de plazas o de las liberadas por muerte o jubilación para beneficiar amigos y cómplices. DE AQUÍ EL DEBER DE LA VIGILANCIA Y LA DENUNCIA PERMANENTE porque no habrá variantes futuras mientras el Estado sea botín de contrataciones para el enriquecimiento de una nueva burguesía caracterizada por el despojo.
            DEFENSA ESCALAFONARIA, DERECHO A LA ASIGNACIÓN DE PLAZAS POR CONCURSOS JUSTOS VIGILADOS POR LOS COLEGIOS Y LAS DELEGACIONES SINDICALES, VIGILANCIA DE LOS PRESUPUESTOS, son puntos de partida para el acopio de prestigio, compañerismo y respeto.
            Informar sobre las reducciones financieras y bancarias de los trabajadores por el Estado es una obligación para despertar el interés por las cuotas difíciles de justificar a las y los privilegiados que no solicitan prestamos ni ayudas para casas o sanaciones. A pesar de la obligación legal de consultar a las y los trabajadores sobre el destino bancario de sus fondos involuntariamente descontados, el Estado manda una legión de operadores, exige formarse con credencial en mano y obliga a firmar cesiones de derechos y nadie protesta ni pide explicaciones. Toca a las representaciones sindicales atender este problema.
La ideología es la garantía de reproducción de las relaciones de producción. La ideología dominante es la de la clase dominante. Sin estas definiciones construidas por las ciencias sociales, ideología y cultura quedan como amontonamientos de ideas, sensaciones y sentimientos vagamente discutidos por quienes pretenden cambiar las cosas. Para concretar esto, la lucha ideológica tiene que incidir en las relaciones de producción para recuperar el lugar de las y los trabajadores organizados en ellas. Ya no es el proletariado disuelto en una cultura laboral globalizada al servicio de la eficiencia, la flexibilidad que no es otra cosa sino la inestabilidad laboral y sobre todo, el individualismo contractual. Trabajadoras y trabajadores actuales son ahora minoritariamente sindicalizados y se ven inmersos con quienes parecen no tener nada en común: migrantes, milusos de la economía informal evasora de impuestos, campesinos sin tierra sin recursos de trabajo digno, nuevo peonaje en obras de Estado sin derechos ni seguridad laboral. LA CONCIENCIA DEL PRIVILEGIO DE SER SINDICALIZADOS ES PUNTO DE PARTIDA DE SOLIDARIDAD AL ENCUENTRO DE LO COMÚN. Por lo pronto y a largo plazo, recuperar la dignidad sindical es un buen principio de formación ideológica.
                  Contra la cultura de la costosa demagogia estatal y de los relumbrones festivaleros de propaganda, una cultura de reflexión histórica ha de calar los ánimos para descubrir tradiciones de lucha de los trabajadores y trabajadoras en beneficio de todos y todas. Aun hay agrupaciones dignas que elaboran calendarios donde se registran las celebraciones y los duelos ignorados por el Estado y los aparatos de la industria de la cultura. Aunque sea un saludo a las mujeres el 8 de marzo destacando la raíz socialista y antiimperialista de ese día, el duelo por Zapata en abril, el Día Internacional de los Trabajadores en mayo que bien merece participación organizada con mantas, pancartas y camisetas con consignas e imágenes decididas por colectivos. Cada mes hay que encontrar este vehículo de formación ideológica y cultural que puede reforzarse con videodebates y visitas a monumentos nacionales.
            Hay que alentar la solidaridad con las luchas compañeras: las de la CNTE, las de las comunidades y pueblos acosados por la entrega de sus tierras y recursos a consorcios transnacionales y caciques locales, las heroicas radios comunitarias, las policías comunitarias, las comunidades y pueblos que se acogen a los usos y costumbres y construyen la democracia desde abajo. Los estudios de intelectuales y de trabajadores de cultura de lado de las y los trabajadores han de ser descubiertos y auspiciados por nosotros.
            Una revista electrónica,  El Calambre Cultural, va dando cuenta sintética y parcial por necesidad, de toda esta contribución a mejorar la vida en común con una educación y una cultura laicas a la altura de la reflexión histórica y social para estos tiempos de crisis de muerte del capitalismo.

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